Los 10 mejores directores contemporáneos sin Oscar

Resulta profundamente desalentador comprobar cuánto talento han obviado los premios más relevantes (que no influyentes) de la industria a lo largo de sus casi 90 años. Reducir estos premios a la cima de este arte aleja la vocación de que, para encumbrar tan ecléctico talento, necesitaríamos una cordillera más que un pico. Es cierto que, por mitómana adulación, son varios los directores de esta lista que, independientemente de su estatuilla, serán siempre eternos. Sin embargo, uno tiene la sensación de que, en el democrático ejercicio de encumbrar el talento, estos artistas merecerían un trato más favorable. Es cierto que muchos son jóvenes y lo lograrán, tanto como que el Oscar Honorífico, sin querer menospreciar el galardón, ha representado en multitud de ocasiones esa medalla de chocolate cuyo efecto consolador tenía menos efectividad que lo saciado que dejaba. Entre grandes directores, eternos artistas y mitos coetáneos, estos 10 directores forman una lista de nombres búfalos, banderas de lo que tanto amamos.

Quentin Tarantino

Hablar de mitomanía sin hacer alusión al principal baluarte de la misma sería de necios. Tarantino es el primer mitómano del arte que, con tanta personalidad, abandera. Está por encima de estatuillas, pero como gran cinéfilo que es, es consciente de lo que representa lograr una. No va a cambiar su forma de entender y hacer cine, por eso es un genio, pero difícilmente se acercará así a los premios. Katanas y revólveres Quentin, katanas y revólveres.

David Fincher

Extraña que un director tan del gusto de la academia, de la crítica y del público, no tenga aún un Oscar. Fincher ha hecho algunas de las obras que con mayor frecuencia copan las listas de favoritos del gran público, grandes películas que, con total merecimiento, se acomodan en esos tops de gente que aún tiene mucho cine por ver, pero que va bien encaminada. Es un director que siempre aúna a la crítica, y en eso hay una innegable cualidad.

David Lynch

La figura de mayor complejidad de esta lista y, probablemente, del panorama cinematográfico de toda una época. De innegable maestría respondiendo a criterios objetivos, Lynch no precisa de la atención industrial para seguir desarrollando su talento. Uno piensa en películas como ‘El hombre elefante’ o ‘Una historia verdadera’ y sabe que son el tipo de cine que más le acercaría a los grandes premios, pero, por señales contemporáneas, no parece que asistamos ni tan siquiera a obras tan catedralicias como ‘Carretera perdida’ o ‘Mulholland Drive’.

Paul Thomas Anderson

Me descorazona profundamente que Paul Thomas Anderson no tenga aún una estatuilla. Los franceses, con su exquisitez para según qué temas, premiaron posiblemente el trabajo más banal del director, siendo aún así una joya como Punch-Drunk Love, la única película maestra de Adam Sandler, premio al Mejor Director en Cannes (2002). Anderson retrata conflictos internos como pocos, personajes turbados y corruptos consigo mismos y con una sociedad impía. Cuenta sus películas por joyas, Anderson no tiene filmografía, Anderson tiene una vitrina.

Ridley Scott

Si Scott no fue premiado en sus primeros años, en los realmente prometedores, en los años en los que revolucionó el terror y la ciencia ficción (con innegables referencias de maestros) mucho nos tememos que tan solo sea candato a Oscar Honorífico. Viendo actualmente el cine que hace, en el que más que crear, adapta, corremos el riesgo de sufrir indiferencia con respecto a lo que su estatuilla se refiere. Cuando la justicia se impone a las opciones verdaderamente reales de ganar por propios méritos con una película concreta, la dimensión se achica.

Wes Anderson

Wes Anderson, el estímulo creativo de mayor trascendencia formal y cromática. Su mente es una isla, un lugar en el que crear con total libertad mundos con extrañas similitudes con el nuestro pero con personajes de otra naturaleza, con motivaciones banales pero con formas peculiares de interpretarlas. Ha sido dos veces nominado a pesar de vivir en otro mundo, es necesario premiar este tipo de estimulos, es necesario coronar tanta peculiaridad.

Christopher Nolan

Christopher Nolan es un regista de la vieja escuela. Narrador con capacidad introspectiva, con la vocación arácnida de tejer historias hiperconectadas en las que armar mundos paralelos, con problemas tan dérmicos como universales. Tras una ópera prima tan inquietante como prometedora, ha sabido encontrar un estilo que dinamitó en Gotham, una ciudad tan fidedigna al personaje como a las características de su cine. No solo ha filmado la mejor película de superhéroes del cine, sino que, tras abandonar La Tierra, se ha inmerso en la II Guerra Mundial. Nolan parece Cooper explorando planetas cientos de veces abordados, pero con la pasión de la primera incursión.

Steve McQueen

Sonará desmesurado, pero probablemente sea el mayor talento que ha parido el Siglo XXI. De esta lista es el único director que no había rodado antes del año 2000. Tres películas abanderan una filmografía profundamente coherente y brillante. Ha retratado el dolor con una crueldad y sinceridad apabullantes, ‘Hunger’, ‘Shame’ y ’12 años de esclavitud’ son obras colosas y McQueen ha colgado sobre él la presión de la brillantez.

Terrence Mallick

Malick sigue ensimismado con su propio cine. Ha deleitado con algunas de las obras más relevantes del cine contemporáneo. ¿Por qué centrarse en un elemento tan banal como la narración pudiendo retratar cuestiones metafísicas? Malick, ebrio de sí mismo, sigue siendo más estimulante que prácticamente la totalidad de los directores coetáneos. Dispongan los elementos que Malick hará que dancen, sea en las depresiones estadounidenses, en la fiebre colonizadora, en la segunda guerra mundial, o simplemente en el basto universo. Nunca dejes de filmar.

Michael Haneke

El único extranjero de esta lista, incluído en la selecta lista de directores extranjeros nominados al Oscar a Mejor Dirección. Existe la sensación de que cualquier verborrea corre el riesgo de frivolizar con un talento inmenso. Una filmografía contundente, con la lente sobre unos problemas tan desgarradores como cruelmente sinceros. Retratista de la condición humana más deshumanizada, más inquietante y perturbadora. Situaciones extremas que Handke aborda con incorrección, es arte.